Por Juan Diego Mora @Juandi_Mora

Paul es un joven apasionado de la música electrónica. Desde adolescente sabía que quería ser DJ y tenía talento para ello. Era la década de los 90, en París. Estaba seguro que el mundo caería rendido a sus pies y bailaría al son del sus vinilos.

‘Edén’ (Mia Hansen-Love, Francia, 2014) es la historia de un joven afortunado. Es la vida de un triunfador casi imberbe, pero sin duda es la muestra de como la vida es una montaña rusa.

Mia Hansen-Love cuenta la historia de una generación. La que bailó con el garage en las salas de fiesta de las grandes ciudades. Relata la vida de su hermano –coguionista del film–. Muestra el declive de un estilo de música, pero también la vida de un joven y su grupo de amigos.

Como es lógico, la música es una parte importante de esta película y es la dinamizadora de todo. La película crece con las notas electrónicas y languidece cuando la melodía cesa. A través de la música y las imágenes insinúa más de lo que dice. Y es que ‘Edén’ también es una historia sobre la droga y la vida díscola de los DJ’s.

Un Peter Pan pinchando música electrónica. Un joven que se niega a evolucionar, tanto en su vida privada como en su música. Un magnífico trabajo del actor Félix de Grivy que nos lleva desde su inocencia e ilusión a su declive y ambición. Un personaje por el que pasan 20 años –en ocasiones poco creíbles en el cambio físico del actor–, pero que consigue que el espectador conecte con él.

De nuevo una película sobre el ascenso meteórico y el batacazo inesperado que tan acostumbrados nos tienen las historias con la música como hilo conductor. Final poco original, pero al fin y al cabo una historia bien contada a pesar de su excesivo metraje (130 minutos).

Aunque baja el ritmo cuando la música para es un proyecto ambicioso por parte de la joven directora y muestra talento para próximas películas. Un buen rato ‘bailongo’ en la sala de un cine.

Imagen: El equipo de ‘Eden’ © Festival de Cine de San Sebastián / Gari Garaialde