Por Juan Diego Mora @Juandi_Mora

Una reunión familiar suele ser buena excusa para crear una trama alrededor de las relaciones interparentales y conyugales. El día de Navidad o la americana cena de Acción de Gracias son dos citas perfectas para contar una historia.

Sin embargo, existe otra clase de reuniones donde la celebración es un compás de espera. Esto es lo que ocurre en ‘Silent Heart’ (Bille August, Dinamarca, 2014). La familia se reúne alrededor de la matriarca para acompañarla en su último fin de semana de vida. Dos días de calma antes del descanso eterno. Antes de escapar de su enfermedad.

El director danés consigue un apocalípsis sentimental sin caer en la lágrima fácil dibujando unos personajes que ven como la persona a la que aman se marcha por voluntad propia antes de que ellos mismos sean capaces de resolver sus propios problemas y miedos.

En este sentido, la pareja de hermanas –Heidi y Sanne– dejarán claro su distanciamiento y los problemas mentales de la menor harán que toda la trama salte por los aires mostrando las debilidades de cada uno de los personajes. Dos mujeres distintas que evolucionan a lo largo del film. Heidi es fuerte, con la vida resuelta y apoya la decisión de su madre. Sanne por su parte cree que necesita más tiempo con su progenitora y no ve la luz al final de su pérdida. La trama irá cambiando las perspectivas y hará que las hermanas conecten tras años de distanciamiento.

Por su parte la madre –interpretada fantásticamente por Ghita Norby– quiere aprovechar el homenaje que le brinda su familia para limar las asperezas y dar seguridad a su hijas para el día siguiente a su eminente fallecimiento.

Una historia coral con buen gusto. Con unos gags fantásticamente elegidos –y brillantemente ejecutados por Pilou Asbaek– problemas familiares creíbles, y nada impostados, y lo que es más importante; sin caer en la lágrima fácil (hasta el esperado clímax de la película).

Una historia sobre la libertad de elegir. Sobre la eutanasia. Pero donde la muerte no es lo importante. Donde es tan solo una excusa para mostrar las relaciones familiares. Un drama nórdico del que deberían aprender algunos directores adictos al kleenex y al moco tendido.