Por Juan Diego Mora @Juandi_Mora

En ocasiones el cine español es capaz de deshacerse de los clichés y los prejuicios. En ocasiones la buena fotografía envuelve una brillante historia y unas actuaciones soberbias.

Cuando esto ocurre la factura de la película es sobresaliente. Y esto es lo que ocurre con ‘La isla mínima’ (Alberto Rodríguez, España, 2014). Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez son una pareja tan dispar como resolutiva y violenta. Un dúo que se compenetra a la perfección y que hace creíble el turbio ambiente que respira la película.

Un thriller que nos lleva a la Andalucía profunda de 1980. Una historia del asesinato de dos jóvenes. Una investigación por parte de una pareja de detectives llegados desde Madrid para averiguar algo en un hermético pueblo.

El director se apoya en una fantástica fotografía con una paleta de colores ocres y cielo nublado. Un paisaje triste, agobiante. Un escenario ideal para esconder mentiras, trapicheos de droga y pederastia.

Con un soberbio guión, Arévalo y Gutiérrez llenan de matices un pasado lleno de secretos que se muestra en forma de violencia sobre todo en la figura de Juan –con un Gutiérrez mostrando una más que sólida candidatura a los Goya–.

Con el recuerdo de la fantastica serie de HBO, ‘True Detective’ es difícil no comparar escenarios e historias. Dos detectives con su propio pasado, un pueblo y mucho hermetismo. Las comparaciones son odiosas, pero la buena factura del film hace que la relación exista y que los posos de la serie de Pizzoliatto renazcan al ver el film de Rodríguez.

Un gran empresario, el chico guapo, los narcotraficantes, la familia destrozada y dos detectives con el objetivo de llegar hasta el final. Todos los ingredientes existen, pero además están muy bien contados.

Sin duda uno de los mejores thillers de los últimos años en el cine español. Una historia redonda y bien resuelta y un dúo de actores en estado de gracia. Una grata sorpresa.

Imagen: El equipo de ‘La isla mínima’ © Festival de Cine de San Sebastián / Montse Castillo