«EL ARTISTA Y LA MODELO»
Una de las sensaciones que me quedaron al ver «EL ARTISTA Y LA MODELO», como espectador y seguidor de la cinematografía de Trueba, es que en esta película el cineasta se ha encontrado cómodo, tras aventuras en años anteriores en las que pareciera que no encontraba su sitio ni los espectadores un cine con el que sentirse cómodos. Y, a partir de esa premisa, como espectador que no puedo evitar advertir la presencia tras la cámara de los directores que admiro cuando veo sus películas, disfruté mucho de la proyección. Considero que cuando determinadas expresiones artísticas hablan de otras artes, y es éste el caso, no siempre comparten puntos de entendimiento. Para aquellos que amamos el cine pero no nos son desconocidas las técnicas y procesos del dibujo, la pintura y la escultura –desde la más absoluta de las humildades– observar el mimo, la sensibilidad y el conocimiento con los que el director ha tratado la creación plástica y escultórica otorgan a ésta un estatus aún mayor de gran obra audiovisual. La mitad del disfrute de la película la basé en este apartado. Si, junto a ello, la delicada historia, las interpretaciones o la luz se suman armoniosamente, nos encontramos con uno de los trabajos más potentes de Fernando Trueba.
Sinopsis: En la Francia ocupada de 1943, viven un viejo escultor y su esposa en un pequeño pueblo cercano a la frontera española. El artista Marc Cros, de 80 años, dejó de esculpir hace ya tiempo. Ha visto dos guerras y, desilusionado, no espera gran cosa de la vida y de la especie humana. Pero un día su mujer, Léa, recoge de la calle a una joven campesina española, Mercè, que huye del ejército franquista. El matrimonio le ofrece a Mercè que viva en el taller del escultor y, mientras dure su estancia allí, que sea su modelo en la que será la última obra del viejo Cros. Poco a poco, nace una hermosa relación entre la joven que acaba de empezar a vivir y el artista que ve cercano su horizonte final. En el taller de la montaña, mientras trabajan, modelo y artista hablan con sencillez y cercanía de todo lo que les rodea.
Por José Ángel Delgado