Siempre me ha interesado la revisión de los cuentos clásicos, aquí nos encontramos ante el trabajo de un director que ya nos sorprendió, a mí muy gratamente, hace unos años con la delirante y divertida «TORREMOLINOS 73», para revisar, en blanco y negro, cuatro tercios y en formato mudo el cuento de Blancanieves. Una Blancanieves enmarcada en la España de los años 20, donde la protagonista es hija de un torero y de una cantaora de copla a la que una vida, ya de por sí bastante difícil, se le suma una malvada madrastra que le hace la vida imposible. Me parece valiente la propuesta de Berger, y evitaré la comparación con «THE ARTIST» porque creo que, salvando formatos, tienen poco que ver. Esta Blancanieves tiene una interpretación fantástica a cargo de Macarena García encarnando a la propia Blancanieves, Maribel Verdú, como la madrastra mala entre las malas, y las maravillosas arrugas de Ángela Molina que interpreta a la abuela de la pequeña. Siempre me ha parecido que los cuentos clásicos encierran historias muy crudas envueltas en la supuesta necesidad de moralinos mensajes. Y tal vez Berger pierda, insisto al margen de formatos, la oportunidad de reflejar toda la dureza de la historia de una chica que pierde a su madre desde el mismo día que nace y que tiene la mala suerte de cruzarse con una mujer que hará de su infancia un infierno. Al contrario, Berger, aun sin apartarse del todo de esa parte dura, adereza con un humor simpático y blanco esta película con una propuesta visual que da bandazos entre la realización preciosista con una fotografía brillante de Kiko de la Rica y otras partes de la película en las que la cámara se mueve y se agita cuando no tiene que hacerlo. O cine gótico o dogma, ¿en qué quedamos? Destacar la maravillosa música de Villalonga en esta cinta que comienza ahora su andadura hacia los Oscars. Suerte maestro.

Por Fernando Vera