“Yo, también”, de Álvaro Pastor y Antonio Naharro / crítica / por Fernando Gracía Guía

La primera de las películas españolas a concurso fue acogida con calor por el público del Festival de San Sebastián. Y es que cuesta poco sentir empatía ante lo que los noveles Álvaro Pastor y Antonio Naharro nos cuentan: una historia sencilla, la de un enamoramiento, pero al mismo tiempo compleja, al ser el enamorado un muchacho con síndrome de Down.

Cómo no sentir simpatía ante el desparpajo de Pablo Pineda, en la vida real el primer licenciado universitario de tales características. El temor estaba en que los directores incurrieran en excesos ternuristas, pero afortunadamente no es así, y aunque la película, una vez planteada transcurre por senderos más o menos previsibles, se sigue con una sonrisa mientras da que pensar, lo que no es poco.

La destinataria de los amores de nuestro personaje es una mujer con aire de muy vivida, con un pasado tormentoso. Una mujer con fuerte carga sexual, que funde los plomos al joven, y que defiende con acierto y oficio Lola Dueñas.

Filme honesto, moderadamente atrevido, correctamente desarrollado y llamado a ser uno de los éxitos comerciales de nuestra maltrecha cinematografía.

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