Por Camino Ivars

Nada más acabar el Festival Internacional Buñuel-Calanda (FIBC), desde Zinexín, me pidieron que hiciese una crónica sobre mi paso por la decimotercera edición del festival. Tarea complicada. Sobre todo para una persona que ha vivido la experiencia desde dentro. Por eso, decidí tomarme unos días para reposar tantas emociones.

Calanda… es un lugar especial. No sé si por su gente, por sus entorno, por su amor por la figura de Luis Buñuel (1900-1983) que permanece allí, omnipresente, o por la pasión que sienten por el Cine en todas sus vertientes. Buñuel nació en el municipio turolense el 22 de febrero de 1900, y falleció en Ciudad de México el 29 de julio de 1983. El cineasta se vio forzado a abandonar España durante la Guerra Civil Española, algo que determinaría su vida y su faceta creativa. Sin embargo, sus raíces permanecen intactas en su localidad natal como ha quedado demostrado durante el desarrollo del FIBC.

No sé qué tiene este municipio turolense que hizo que todo aquel que pasó por allí, que paseó por sus calles o se dejó perder por sus alrededores, asegura que volverá algún día. Hablo del realizador Chris Furby, procedente de Reino Unido, que llegó hasta el Bajo Aragón para proyectar ‘In the dark’, película que competía en la Sección Oficial. También me vienen a la cabeza Mateusz Michalski y Dominika Zielińska, dos jóvenes polacos que llegaron haciendo autostop desde Barcelona para conocer al cineasta calandino y decidieron quedarse tres días con nosotros; o de Guillermo Arriaga, reconocido guionista mexicano –o escritor de cine como se autodefine– homenajeado este año.

Como ellos, fueron muchos los invitados de toda España y de varias partes de Aragón los que marcharon a casa con la idea de volver. Y es que este ha sido uno de los objetivos fundamentales del Festival Buñuel-Calanda: vivir el Cine de Buñuel y el de quien se ha sentido influenciado por la huella de nuestro cineasta más universal, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. No debemos olvidar que, como ha demostrado esta cita, el cine no entiende de fronteras, ni distancias, ni cadenas.

Entre las proyecciones, el festival arrancaba con ‘UN CHIEN ANDALOU’ (1929), musicalizada en directo por Trío Evo y a ritmo de jazz de la mano de Chus Fernández, David Fernández y Chavi Naval. El cine no cesó durante las ocho jornadas del festival, con proyecciones como ‘LAS ELEGIDAS’, de David Pablos, que se hizo con el primer premio a la mejor película “por su estupenda factura cinematográfica a la hora de tratar un tema social complejo, planteando con crudeza, valentía y eficiencia narrativa”.

También ‘ANALISIS DE SANGRE AZUL’, de  Blanca Torres y Gabriel Velázquez, que se alzaba con el segundo premio; o ‘MARÍA MOLINER, TENDIENDO PALABRAS’, de Vicky Calavia, que obtenía el Premio del Público. En cuanto a los cortometrajes ganadores, ‘STUDIO PASOLINI’, de  Pablo Jordán, se imponía como el mejor corto de la XIII edición, seguida de ‘IDENTITY PARADE’, de Gerard Freixes Ribera.

Los más pequeños también tuvieron su espacio de la mano del investigador de la UNAM, Mario Barro, quien logró crear cuatro historias con un grupo de jóvenes calandinos que trataron de conectar con el imaginario de Don Luis. El bullying, el terror o la amistad fueron algunos de los temas abordados en sus cortos.  “Lo más difícil ha sido crear la idea desde cero”, explicaba Noelia. “Lo mejor es poder hacerlo con tus amigas y aprender algo nuevo como es hacer cine. Ojalá podamos repetir la experiencia”, añadía Valeria.

De forma paralela, Roberto Sánchez y Leonor Bruna (Escuela de Cine Un Perro Andaluz) repetían la hazaña en Calanda, Hijar y Caspe, dando forma a tres piezas protagonizadas por el surrealismo y los nuevos conceptos de montaje.

Ocho jornadas en las que tampoco faltaron las exposiciones, la música, la gastronomía –de la mano de la tapa ‘El ojo de Buñuel’, creada por Pedro Soler, presidente de la Asociación de Turismo del Bajo Aragón; y conferencias como ‘Guiones desde la rabia y la dulzura’ en la que el homenajeado especial de este año, Guillermo Arriaga compartía mesa con la directora Paula Ortiz, Carlos Tejeda y Gabriel Castaño bajo la atenta mirada de Carmen Pemán, encargada de moderar el encuentro.

La actriz zaragozana Laura Contreras fue el hilo conductor de la muestra, quien, día tras día y noche tras noche, presentó cada una de las sesiones con su naturalidad y frescura características, consiguiendo metiéndose en el bolsillo a asiduos, visitantes puntuales y curiosos, que la despidieron con un emotivo aplauso el último día. Ella, junto a Alfonso Desentre, sería la encargada de poner le broche final de la semana de cine con una gala surrealista en el patio delk CBC.

Lo que comenzó como un sueño…

Don Luis hablaba habitualmente de los sueños y de la importancia de soñar y de la memoria.Precisamente, lo que comenzó siendo el sueño de unos cuantos, basado en la firme necesidad de dar a conocer la figura del cineasta calandino, es hoy una realidad materializada gracias a la labor y a la sonrisa de un gran número de personas que se han dejado la piel en sacar adelante este proyecto durante 13 años.

De esta edición que he tenido la suerte de vivir, destacaría el trabajo llevado a cabo por la organización del festival –desde el primer hasta el último miembro- y del equipo capitaneado por el director de esta decimotercera edición, José Ángel Guimerá, al Centro Buñuel Calanda (CBC), el Patronato CBC y al Ayuntamiento de Calanda.

En nuestra tierra, cada vez más, se hace necesario reivindicar el trabajo invisible y tan desgraciadamente habitual en el mundo del cine. Sin duda, una de las fortalezas de la muestra han sido las personas que han formado parte de ella, cada una en su medida y a su manera. Ha sido, en definitiva, una suma de esfuerzos, constancia y sobre todo de amor por el cine, que ha permitido aportar otro granito de arena a la encomiable misión de hacer que la figura de Luis Buñuel permanezca viva y presente en Calanda, Aragón y el mundo entero.

Imagen: parte del equipo del festival. De Herrero Fotografía.

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